2023 ha sido el año de la inteligencia artificial generativa. Estamos, sin duda, ante una tecnología disruptiva llamada a modificar nuestros procesos de negocio y a ayudarnos a ser más eficientes.
Las aplicaciones son muchas y, en gran medida, estamos descubriéndolas aún. Las más evidentes son las vinculadas a la generación de textos, imágenes y vídeos, al desarrollo de código, a la interacción con clientes y empleados o, directamente, a la optimización de tareas rutinarias (procesar grandes volúmenes de información, proponer respuestas a emails, generación de informes y reportes, actas de reuniones etc.).
Pero empezamos a intuir un potencial relevante para otras tareas como, por ejemplo, la operación y el mantenimiento industrial, donde puede ser un excelente apoyo acelerador. Destacan especialmente las posibilidades derivadas de su integración con el metaverso y los gemelos digitales para acortar sustancialmente los procesos de desarrollo de productos y servicios a través de infinitas simulaciones en entornos seguros que pueden reproducir todo tipo de escenarios.
La IA generativa es poderosa y útil, pero no deja de ser un espejo, uno muy potente, que sólo nos genera algo nuevo sobre lo que ya le hemos aportado inicialmente. Es por eso que debemos acercarnos a ella como lo que es: una herramienta al servicio de las personas y su desarrollo.
Las personas tenemos habilidades y talentos únicos que no pueden ser reproducidos por la tecnología, sino que, por el contrario, se verán potenciados una vez la integremos y nos liberemos de aquellas tareas en las que no aportamos valor. Tengamos claro que la IA no será quién nos quite el trabajo, sino que seremos superados por aquellas personas que sepan convertirla en su aliada.
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